lunes, 6 de febrero de 2012

Dios culiao

Entonces le dije “puta compadre, yo no necesito una Biblia por la chucha lo que necesito es una mina, no necesito a Dios, a Dios no me lo puedo culiar” y chucha digo eso y de repente se abren los cielos y un rayo de luz aparece y una voz extremadamente sensual me dice “¿cómo que no me puedes culiar?, ¡claro que puedes!” y conchesumadre, qué suerte se me había aparecido Dios y tenía el medio culo.

Apenas vi que Dios quería conmigo paf le empecé a correr mano como cagao de la cabeza y Dios jadeaba como perra en celo mientras l@ besaba por toas partes puta Dios culiao rica por la chucha nunca había visto un zapato tan jugoso más caliente que la chucha así que l@ tumbé en un sofá culiao que Dios hizo aparecer y chus pa entro, ¡el mejor polvo que me eché en toda mi vida! Dios culiao wena pal catre me dio welta y por la chucha los medios movimientos pélvicos la culiá y putas me dejó seco y lacio pero por obra divina de nuevo se me infló y no me ganó y l@ puse en cuatro y le dije “ya mierda quién es mi perrita quién es tu papi” y así estuvimos dándole hasta que se me pasó la depresión que ya ni me acuerdo porqué era.

Pero lo malo está en que cada vez que me ponía caliente le pedía a Dios que me quitara la calentura pero chucha aparecía Dios y de nuevo dándole chesumadre Dios culiao caliente y ya la cosa era grave, ya no quería tirar con minas nada solamente quería culiarme a Dios y Dios también quería culiar conmigo y putas estaba más empotado que la chucha con Dios qué manera de culiar conchetumare.

Pero ya entonces me di cuenta que la cosa era grave cuando cada vez que veía al cielo éste estaba cada vez más cerca no sé como si se hubiera hinchado de algún modo la atmósfera no sé te hubiera invitado a ver esta weá para explicarte chucha no sé es que fue demasiado cuática y así de repente dándole a Dios aunque ésta ya no estaba tan rica, de repente estaba mañosa no sé le daba la weá y hacía llover porqué si y causaba terremotos y putas este asunto de la atmósfera culiá cada vez más pesada acercándose a la superficie de la tierra hasta que un día ya paf, fue como mucho la weá y explotó y salieron millones de guaguas, más guaguas que la chucha.

Yo dije qué chucha como puede ser esta weá lloviendo más guaguas que la conchesumadre hasta que en mis brazos cayó una y ¡mierda!, era una guagua igual a mí cuando yo era chico o sea era mi fotocopia o no sé qué mierda, el asunto está en que el cielo volvió a la normalidad y putas de nuevo quise culiarme a Dios pero ésta no quiso y dijo que tenía que alimentar a sus hijos.

Entonces recién me vine a dar cuenta: de tanto culiarme a Dios lo había dejado embarazada pero resulta que no era yo el único que le había chantao el cabeza de papa sino que por todos lados aparecía guaguas de weones que habían tirao con Dios y entonces chucha yo que pensé en su momento “Dios me diste fuerzas me calmaste la calentura y me siento orgulloso de ser tu único hombre” y me doy cuenta que la muy caliente andaba prestando el mono a toos los weones así que no di más y de la teta gigante que colgaba del cielo amamantando a la guagua parecida a mí la arranqué de una patá en locico y dije “¡Dios culiao eris terrible de maraca conchetumare!”.

Y fue así como perdí la gracia divina y un pico gigante salió persiguiéndome por kilómetros y kilómetros y obviamente no diré si se ensartó o no ni dónde se ensartó (chucha me delaté) pero el asunto está en que hay que portarse bien con Dios porque Dios castiga pero no a palos sino que a pichulazos.

miércoles, 20 de julio de 2011

La peor maldad

Los crueles miembros del Jurado dieron su veredicto: “se rechaza”, y nuestro pobre Cuento se sintió herido dentro de lo más profundo de su corazón. Su Creador había puesto todas sus esperanzas en Él y estaba seguro que en esta ocasión iba a ganar el concurso de cuentos, pero no. Ahora yacía apilado junto al resto de pésimas historias listo para ir a la hoguera, y fue así como vio que sus colegas fueron devoradas por las llamas lentamente.

Cuando se hallaba cerca del fuego y ya estaba resignado a su destino, nuestro Cuento observó cómo el Presidente del Jurado acercó un jarrón de agua apagando las llamas, y por un momento su ilusión volvió a nacer. “¿Acaso tendré otra oportunidad?” se preguntó. Mas tras los segundos de esperanza, vino un escalofrío que recorrió su papelesca espina dorsal al escuchar una carcajada estentórea y maléfica, que haría temblar incluso al héroe más imperturbable. Y desde dentro del jarrón de agua aparecieron unos temibles ojos que fijamente lo miraron y le preguntaron: “¿Qué pasó? ¿Porqué tu sorpresa? ¿Es que acaso no me recuerdas?”.

Nuestro querido Cuento, obnubilado por el miedo, infructuosamente trató de recordar si es que últimamente había tenido algún altercado con algún chorro de agua. Desde que su Creador lo escribió, apenas se paseó junto a Él desde su escritorio hasta la secretaría de la institución que organizaba el concurso. Y en ese trayecto jamás tuvo ningún problema con nadie. No es que fuera muy querido tampoco. Simplemente existió para su creador, y del resto recibió indiferencia. Devolvió indiferencia a todos por igual. Pero, ¿es que acaso el haber ignorado a unos cuantos centímetros cúbicos de agua ahora le podrían pasar la cuenta? Le pareció imposible, sobre todo por la expresión de maldad de esa agua que se encontraba dentro del jarro amenazándolo con sus vibrantes moléculas hídricas dispuestas a despedazarlo. ¿De dónde vendría esa maldad? Quizás sería prudente recordar un poco más atrás.

Desempapelando los recuerdos nuestro Cuento se halló en su más tierna infancia en la cual era una simple Hoja de Papel, y soñaba con ser un dibujo. Algunas de sus hermanas solían fantasear lo mismo y algunas lograron su cometido. Otras fueron fríos informes de algún estresado universitario. Algunas se volvieron unas pruebas que los niños llevaban con mucho honor si es que eran bien calificadas, y las más afortunadas se convirtieron en alguna fotografía a color. Si bien Ella no logró ser lo que siempre soñó, sintió bastante agrado en el momento en que la impresora puso su tinta sobre su cuerpo, y como bien comentamos antes, fue bastante apreciada por su Creador. Entonces… ¿qué pudo haber hecho Ella como una simple Hoja para tener al frente a un ser maldadoso dispuesto a despedazarlo? Desesperado nuestro Cuento le gritó: “¿Te he hecho algo para que te aparezcas y me atemorices así?”.

El Agua dentro del jarrón le contestó: “Por supuesto que me hiciste algo, mi estimado pedazo de papel. Yo no nací mala. Algún día fui buena. Pero un ser lleno de maldad me hizo sufrir, y es por eso que me he convertido en esto. ¿No quieres que te refresque la memoria?”.

Ofendido al ser llamado un simple pedazo de papel, nuestro Cuento negó la oferta del agua pero al mismo tiempo empezó a recordar mucho más. Se acordó cuando ya no era papel sino que un Árbol hermoso y frondoso que se encontraba en un bellísimo paisaje natural rodeado de una vertiente, de otros árboles, y de miles de flores y animales. Todo era agradable y armonioso, hasta que un día empezó a dar cobijo a algunos hombres que trabajaban alrededor y que fueron destruyendo todo su entorno. Finalmente uno de esos hombres cogió un hacha y empezó a darle de golpes a él hasta acabarlo. Nuestro Cuento despertó de su regresión aterrorizado y le vociferó: “¡Basta! ¡Tú no eres el único que ha sufrido a lo largo de tu vida! ¿Por qué me haces recordar este tipo de cosas? ¡Déjame decirte que no recuerdo jamás haberte visto en mi vida como para que ahora vengas a atormentarme!”

Al escuchar estas palabras, el Agua dentro del jarrón, furibunda, exclamó:

“¡Eres un cínico bastardo! ¿Qué acaso solamente eres capaz de ver tu sufrimiento sin saber el daño que has causado? Pues bien, déjame abrirte los ojos”.

“Sin duda que por tu expresión puedo ver que has recordado cuando eras un bello arbolito, ¿no es así? ¿Recuerdas como era tu vida allí? ¿Y recuerdas quienes te rodeaban? Pues bien, si no fueras tan egocéntrico ya debieras haberme recordado”.

“Tu vida, o mejor dicho nuestra vida en aquel paisaje natural era tan apacible como nadie jamás la hubiera podido desear. El Agua de las vertientes, es decir yo, conversaba con las plantas, con los animales, con las flores, y por supuesto, con los árboles. Todos éramos bastante queridos por nuestro Amo, hombre amante de la tierra que se conformaba con lo poco que tenía, y ese poco éramos nosotros”.

“Sin embargo, un día nuestro Amo trajo una pequeña cosa rara que plantó justo al lado mío. Esa pequeña cosa era la semilla de un árbol exótico que no se había dado jamás por estos lares, y fue así como nuestro Amo le empezó a dar cuidados para que creciera… es decir, para que crecieras”.

“Nosotros, en nuestra inocencia, te acogimos y te contamos de toda la vida que se llevaba a cabo en nuestros lugares. Te dijimos todos los chismes, qué plantas coqueteaban con qué pájaros, cuáles eran las parejas de animales, de flores, etcétera. Todo el movimiento de nuestro pequeño pueblito te fue entregado por nosotros”.

“Sin embargo, a ti parecía no importarte”.

“Recuerdo que ante nuestro cotilleo respondías con falsas sonrisas y en ocasiones no podías aguantar los bostezos. Pero todos nosotros te admirábamos, ya que eras una semilla venida de afuera, y traías otro mundo que nos describiste”.

“¿Quién iba a pensar que eso no eran más que mentiras disfrazadas de bellos cuentos?”

“Aún recordamos cuando nos contabas de las grandes industrias, o incluso de aquellos medios en los que viajabas rápidamente de un lugar a otro. Con eso nosotros quedamos maravillados, y fue así como decidimos que queríamos visitar esos lugares”.

“Yo fui el principal gestor de esos viajes, y cuando nuestro Amo se bañaba en mis aguas, yo lo inundaba con mi deseo de que me llevara hacia otros lugares y que este terreno se quedara en otras manos. Y fue así como nuestro Amo vendió sus terrenos, y miles de hombres empezaron lentamente a construir quién sabe qué, arrasando con todo, y llevándonos a nosotros hacia la ciudad”.

“Yo estaba feliz porque finalmente vería con mis ojos los cuentos que me contabas. Recuerdo que me hablabas de las fuentes que hacían los hombres, o de las mangueras a través de las cuales podría navegar libremente, etcétera, tantas cosas que me contaste”.

“Pero apenas llegué a la ciudad fui destinada a limpiar la sangre derramada de un hombre en un asesinato, y bastó solamente con eso para ensuciarme y darme cuenta que al parecer esto no sería como lo soñaba”.

“Durante mi estancia en estos lugares he lavado las partes íntimas de asquerosas personas. He limpiado sangre derramada en crímenes diversos. He sido ensuciada para luego volver a ser utilizada. Y para colmo, he sido negada a personas que me han necesitado”.

“Ante todo esto, no he tenido otra opción que hacer lo que los hombres quieren hacer conmigo, aunque cada vez que puedo trato de inundar su cabeza con ideas para que me lleven de vuelta. Pero, aunque me llevaran, ya no volvería a ser la misma. Por eso lo único que deseo es sencillamente morir antes de seguir viendo tanta maldad de estos humanos”.

“Pero, ¡alabado sea el destino! Quién diría que me encontraría con esa maldad mucho peor, aquella maldad disfrazada de bondad que tras unas cuantas charlas me instó a abandonar mi tranquilidad. Nunca te olvidé como la causante de mis penurias mi querida semilla, y ahora que te tengo frente a mí en una forma vulnerable, no te perdonaré”.

“Tu destino una vez que fueras quemado era volar por los aires en forma de ceniza, pero he querido negarte ese privilegio para darte una muerte junto a mí. Te mojaré y luego caeremos los dos al suelo, y nos pudriremos en la tierra al igual que lo hacen estos sucios humanos.”

Al enterarse de las intenciones del Agua dentro del jarrón, nuestro Cuento sintió pavor. No quería acabar así. En estas circunstancias incluso la opción inicial de ser quemado era buena, pero ahora se vería truncada por la manipulación que ejerció el Agua sobre los humanos. Temblando de miedo, vio cómo lentamente el jarro se acercaba hacia él.

“¿Acaso conoces alguna maldad peor? ¡Claro que no! ¡Así que disfruta del destino que te daré! ¡Muajajajajaja!”

Sin embargo, el jarrón fue depositado nuevamente sobre el velador y tanto el Agua como nuestro Cuento parecían no entender qué sucedía frente a sus ojos.

El presidente del Jurado se estremeció de placer en su asiento. Una persona yacía cerca de sus rodillas. El presidente, tras ponerse de pie, subirse los pantalones y reposar un poco le dijo:

“Lo has hecho muy bien. Muchas gracias. Sin duda que mereces el premio. Pero también mereces limpiarte. Dime: ¿quieres enjuagarte con el agua de este jarrón, o prefieres esa hoja de papel?”